De todo el mundo hacía este lugar.
La fraternidad traspasa fronteras y eso es lo que se vivió en el verano de 2023, donde jóvenes de los distintos grupos del MijL, especialmente Salla, Parmenia e Indivisa Manent participaron en un viaje que convocó a miles de jóvenes bajo el llamado del Papa Francisco para reunirse en la Jornada Mundial de la Juventud, en esta ocasión en la ciudad de Lisboa, Portugal. Un grupo de 84 lasallistas en vías de convertirse en comunidad partieron desde distintas geografías del norte y occidente del país: Tijuana, Hermosillo, Ciudad Obregón, Chihuahua, Durango, Gómez Palacio, Monclova, Saltillo, Monterrey, Lagos de Moreno y San Juan de los Lagos para reunirse en la Ciudad de México y de allí partir al que sería el epicentro de la cristiandad durante el verano del 2023.
El grupo voló de la Ciudad de México a Madrid el 17 de julio de 2023, todos con emoción, con algo de miedo, pero con un extraño sentimiento de expectación por partir a lo desconocido. La primera gran sorpresa del viaje fue llegar y descubrir que por diferentes disposiciones del aeropuerto de México no llegaron casi 70 equipajes del grupo, algo nos decía desde allí el Espíritu, sobre lo que cargamos en la vida, sobre lo esencial y lo secundario; en palabras de una de las peregrinas, así inició esto:
¿Qué fue lo que significó este viaje para mí? Honestamente, no sé por dónde empezar, desde el inicio aprendí que no siempre suceden las cosas como las planeamos (contexto: No llegaron nuestras maletas a Madrid) pero eso no iba a detenernos, todos compramos un cepillo de dientes en una gasolinera y compartimos shampoo, pasta, y otras cosas básicas. Awwww cueros, desde el día 1 ya éramos los más compartidos y nos unimos un montón (Ana Emilia Agüero – La Salle Saltillo)
Hay prisa en el aire.
Antes de llegar a Lisboa, iniciamos con un peregrinaje por el milenario Camino de Santiago, seguía con prisa el viaje por casi ocho horas de Madrid a Mondoñedo (norte de España) en autobús. Allí, en medio del desvelo y algo de cansancio, el aire nos empujaba a caminar y a conocer a nuevos compañeros, peregrinos y lasallistas también con quien compartiríamos el camino, un grupo de 120 jóvenes de España de la zona de Andalucía. Desde allí mucho nos identificaba: ambos grupos llegamos del sur, unidos por la familia lasallista y por las ganas de caminar para tratar de entendernos, pues caminando se entiende la vida, caminando es como se ha transformado la historia. La meta era aparentemente clara: llegar a Santiago de Compostela caminando a una distancia de 166 kilómetros, pero ¿quizá no era esa la meta?, uno de los peregrinos reflexionó lo siguiente:
¿Cuál es la excusa? Eso fue lo primero que pensé cuando vi la Catedral de Santiago de Compostela. Después de 166 kilómetros de los cuales no solo conocí a muchas personas, también conocí el valor, la fuerza y la voluntad que realmente existen dentro de mí. Nunca me llegué a imaginar la forma tan grande que el Camino de Santiago me cambió y me enseñó que lo único que no puedo hacer es aquello que no intento. Ahora en mi casa sigo reflexionando todo lo aprendido en el Camino y en cómo lo puedo seguir poniendo en práctica (Jesús Espinosa, La Salle Saltillo).
Cada paisaje, cada ampolla, cada nuevo amigo e incluso cada espera para comer o usar un servicio sanitario en un espacio compartido con más de 200 personas nos remontó a lo esencial de la vida: estar aquí y ser para los demás. Concluyó el peregrinaje después de 10 días, donde juntos vimos moverse de un lado a otro, con majestuosidad y al mismo tiempo con respeto, el gran incensario de la Catedral de Santiago de Compostela, marcando el fin de una etapa y al mismo tiempo el comienzo de una nueva. Allí permanecimos dos días más buscando recuperar fuerzas para la etapa central de nuestro viaje: la JMJ. Esos días fueron momento de reencuentro con nosotros mismos y con el camino ahora visto en retrospectiva, como bien lo expresa uno de los peregrinos:
Mientras realizaba el Camino de Santiago pude experimentar varias emociones y sentimientos, cada lugar y paso que andaba iba tomando significado. Al inicio solo caminaba para llegar a un lugar, me motivaba ir adelante y marcar mi propio ritmo, pero a medida que pasaban los días, reconocí que también es importante tomar otros ritmos en la vida, algunos más lentos, otros rápidos, ir al final, andar solo y en otros momentos acompañados, hacer silencio para que el corazón hablara, descansar, reposar que pocas veces me permito hacerlo. En este trayecto me di la oportunidad de reflexionar en muchos aspectos de mi vida, en personas que son importantes para mí, pero sobre todo en cómo Dios se ha ido manifestando en mi historia y reconocer que ahora soy más sensible para reconocerlo en todo lo que me rodea, en la naturaleza, pero sobre todo, en mí, sintiendo que su presencia amorosa me habita (Elías Betancourt FSC – Colegio REGIS, Hermosillo)
Oye a tu corazón y sal sin miedo a esta misión.
Partimos al que sería el centro del mundo católico en ese verano del 2023, Lisboa, la capital portuguesa, ciudad portuaria con una población aproximada de 500,000 habitantes, preparada y dispuesta para recibir a un número increíble de peregrinos que triplicaría su población: millón y medio. Desde la tranquilidad de sus calles, la brisa que la habita y la belleza de sus azulejos se fue llenando y fuimos llegando, para ser alojados con una mega delegación de casi 400 jóvenes lasallistas de España, Centroamérica, Ecuador, Venezuela, Italia y México. Sin duda tuvimos miedo al ver tanta gente, observar espacios milimétricamente marcados para dormir en el gimnasio de una escuela, contar con solo 20 duchas y un mundo ante nosotros.
El descanso y el encuentro con miles de personas al día siguiente en Fátima, Portugal, a donde acudimos en peregrinación, hizo que nuestro corazón hablara y nos susurrara “no teman, aquí estoy”, en la belleza del santuario Mariano, uno de los tres reconocidos por el Vaticano como espacios de apariciones oficiales de la virgen María junto con Lourdes en Francia y Guadalupe en México. El Santuario es sorprendente, está envuelto por una gran plaza en donde se encuentra la sencillez del templo sobre el que descansa la imagen de María y los restos mortales de los tres pastores a los cuales se les apareció, a un lado el templete de las apariciones, un bello recinto subterráneo de adoración al Santísimo, una cruz inmensa que recuerda el amor de Jesús e incluso la presencia de una parte del muro de Berlín que rememora que el amor de Dios rompe fronteras y supera las guerras.
Al día siguiente participamos del Encuentro Internacional Lasallista con sede en un polideportivo de la Universidad de Lisboa, allí la convivencia con hermanos del carisma venidos de Filipinas, EUA, Latinoamérica, Canadá, Francia, España, Italia y Portugal generó en el grupo un sentimiento de estar en familia, de ser parte de algo tan cercano, pero al mismo tiempo tan universal: allí cantamos, reímos, compartimos, escuchamos distintos testimonios de lasallistas Hermanos y seglares comprometidos con la misión de la educación, contamos con la presencia del Hermano Armin Luistro, superior general y algunos miembros del Consejo General. Cerramos este día de fraternidad con una oración en donde al final más de 30 Hermanos de La Salle renovaron su consagración, seguidos de dos asociados portugueses que han prometido asociar su vida a la juventud y a la educación.
El miedo se iba borrando, el corazón latía fuertemente, la emoción se respiraba en una ciudad abarrotada de jóvenes de todas las geografías. Esa fuerza nos hacía superar las dificultades de esperar largo tiempo para encontrar autobuses libres para poder movernos por la ciudad, encontrar restaurantes sin tanta fila y ver con otros ojos una de las ciudades más bellas de Europa, ver con los ojos de la fe entre sus calles de subidas y bajadas.
Todos van a escuchar nuestra voz.
Y arrancó la JMJ con catequesis por las mañanas y encuentros con el Papa por las tardes. En su mensaje de bienvenida, Francisco recorrió las calles del Parque Eduardo VII, cuyo nombre cambió en esos días a “Colina del Encuentro”, recordando el pasaje evangélico de María, la cual después de escuchar el mensaje del ángel donde le anunciaba que sería la Madre de Dios, se levantó y partió sin demora, subiendo a la colina en donde vivía su prima Isabel para contarle la buena noticia. De ese mismo modo, jóvenes de todo el mundo corrieron hacia Lisboa, hacia la colina del encuentro para escuchar la buena noticia anunciada por Francisco. Durante su recorrido con el papamóvil se le veía algo cansado y envejecido, pero nuestra sorpresa al verle en el altar central fue grande, como un león rugiente gritaba con los jóvenes, palabras sencillas, pero memorables pronunciadas en un estridente español nos dejaron sin aliento y con el corazón conmovido: “En la Iglesia caben todos, TODOS, TODOS, TODOS…”
Sin duda todos los que allí estábamos, casi un millón en esa ceremonia, pensamos en algunas preguntas existenciales: ¿quién soy yo?, ¿qué tengo que decirle yo a este mundo?, ¿qué quiere anunciar mi voz? Esa tarde todos escuchamos la voz de Francisco y sin duda de su boca no resonó otra cosa que el Evangelio, simple y sencillo, sin teologías ni filosofías. El día avanzaba para prepararnos a otro encuentro.
Jesús vive, no te abandonará.
La JMJ es una serie de eventos y espacios dispuestos para la oración, el encuentro, el agradecimiento, el enriquecimiento cultural y el servicio. Uno de sus espacios primordiales fue el de la Ciudad de la Alegría, un parque dispuesto para conocer a través de cientos de stands la vida de la Iglesia representada en congregaciones religiosas, ONG, grupos de jóvenes, asociaciones de todo tipo al servicio de la vida; a un lado el Parque del Perdón en donde miles de sacerdotes escuchan a los jóvenes para ayudarles a levantarse de aquellas cosas que por algún motivo les han hecho caer y con la bendición de Dios, seguir avanzando. Espacios de testimonios de alegría, reconciliación y encuentro. Y allí, así como en distintos puntos de la ciudad, el festival de la juventud en donde es posible escuchar conciertos de música católica y alabanza de todo el mundo.
Otro de los eventos centrales de la JMJ es el Vía Crucis, se realizó el viernes y recuerda el dolor presente en el mundo y cómo a través de ello también Dios actúa. Curiosamente, la palabra vía crucis (camino de la cruz) en portugués se dice vía sacra (camino sagrado), expresión que invita a ver la vida como un camino, en donde pase lo que pase está siendo acompañado por Dios y por eso es sagrado. A través de un performance de 14 estaciones, jóvenes de todo el mundo mostraron unas estaciones actualizadas al mundo juvenil actual: el joven condenado a un futuro sin oportunidades, la cruz de la guerra y de los tiroteos, las caídas de la soledad y la depresión, el mundo individualista de la generación “selfie”… pero al final del grito del pontífice, sencillo y trillado, pero resonante, cálido y reconciliador: “jóvenes, no tengan miedo, no tengan miedo”.
Se me hace supercurioso pensar en lo que hicimos, nunca había hecho nada similar. Cuando me invitaron a formar parte de esta gran experiencia con el mejor team, dudé de mí: ¿y si no lo logro?, ¿y si no entrené lo suficiente?, ¿qué pasa si ya no puedo con mi mochila? Es demasiado, blah blah blahhh… y cuando estaba en la meta me dije a mí misma: ¿esto te daba miedo? Días después en la JMJ nuestro bestie, el Pope Francis, nos dijo “no tengas miedo” whaaat, era justo lo que necesitaba oír y fue algo que resonó en mí… ¿Por qué dudo de mí? Hice el camino de Santiago, puedo con TODO!! No te compares, todos están cargando con distintas cosas en su mochila, sé una linda persona siempre y agradece las pequeñas cosas en el día a día (Testimonio de una peregrina)
Cuenta conmigo, nunca callaré.
Se venía el final y la culminación de la JMJ: la vigilia y la misa de envío, en realidad la jornada es la vivencia de la eucaristía de envío, todo lo demás es una preparación a ello. En el Parque Trejo, rebautizado como el “Campo de Gracia” comenzó la peregrinación de miles de jóvenes para pasar allí la noche en medio de una velada de oración y fraternidad. A ese lugar acudieron un millón y medio de personas. Fue muy difícil llegar, abrirse paso y tomar un espacio para dormir, pero se logró. Una vez estando allí dentro, el clima era de familia, a pesar de un calor de 35° C sin sombra. Música, conocer personas de otros países, intercambiar banderas, estampas de santos, hacer fila para uso de sanitarios o para rellenar los termos con agua fresca eran los denominadores de esa tarde.
Por la noche, llegó el Papa y oramos juntos frente al Santísimo en medio de una fresca noche en Lisboa. Allí estaban puestas todas nuestras existencias con sus claroscuros. Intentando dormir unas horas, nos despertaron al sonido de un sacerdote DJ, la alegría juvenil se disponía al envío. Francisco hizo su último recorrido entre ese millón y medio de jóvenes, si su vista se fija en la tuya, te deja cautivado. La Eucaristía fue solemne y al mismo tiempo sencilla, sus palabras nuevamente fueron reconfortantes, curiosamente ese domingo 6 de agosto la liturgia recordaba la transfiguración de Jesús y así como Él dijo a los discípulos, el Papa dijo a los jóvenes “Señor, qué bien estamos aquí” (Mt. 17,4) y nos preguntó ¿qué nos llevamos con nosotros volviendo a la vida cotidiana?.
Sus exhortaciones fueron aliento para salir del Parque, porque si el ingreso fue complicado, la salida fue intensa. Después de caminar casi 4 horas entre la gente, logramos tomar el transporte público para llegar al lugar en donde nos esperaban nuestras maletas y el autobús que nos sacaría de la ciudad. Y así llegaba a su fin este esperado encuentro. Diversas vivencias quedaban en nuestros corazones, bajo el cansancio del viaje de Lisboa a Sevilla, en un silencio reinante dentro del autobús, sin duda las mentes soñaban con lo vivido, como lo muestran algunos testimonios de los peregrinos:
Vivir la JMJ, no solo fue asistir para agregar una experiencia más a mi itinerario vocacional, era cumplir un sueño. Quienes me conocen de tiempo atrás, saben que desde los 15 años inicié mi vida apostólica en grupos juveniles y fue en el año 2000 cuando me enteré que había cada cierto tiempo las JMJ, desde entonces, me nació el deseo de participar en una. En ese tiempo las posibilidades económicas no me permitían tener acceso a este tipo de vivencias, así que solo quedaba como un deseo. Al ingresar a la congregación escuchaba a los Hermanos que compartían sus experiencias y se avivaba en mí el anhelo de tener mi propia vivencia, pasaban los años, las Jornadas y nada, la oportunidad de asistir no se concretaba por diversas razones, sin embargo, nunca desistí, hasta ahora que sí se pudo. Con esto he aprendido que todo llega en el momento que debe ser, con ojos de fe, reconozco que Dios sabe en qué momento regalarnos aquello que el corazón desea (Testimonio de un peregrino).
Para este viaje iba mentalizado de que sería cansado y pesado, de que no era un «eurotrip», de que dormiría en el piso, de que cargaría una mochila muy pesada, de que me saldrían ampollas, entre muchas otras cosas. Pero a mí nadie me dijo que haría una cantidad impresionante de amigos nuevos de diferentes partes de México y de Andalucía. No me dijeron que vería paisajes impresionantes ni que conocería una cultura diferente a la mía. Tampoco me dijeron que vería a Dios en la naturaleza y en las personas, que tendría tiempo para reflexionar sobre mí mismo, que vería al Papa tan de cerca ni que caminaría en cadenita entre 1,500,000 personas de todas partes del mundo, entre muchas cosas más. Sin duda alguna, todo el sufrimiento, el dolor, el cansancio y la falta de comodidades valieron la pena porque me dejaron una experiencia inolvidable, una nueva familia y una nueva forma de pensar (Testimonio de un peregrino).
Nunca dejaremos de amar.
En el final del viaje, de la vía indivisa, una frase del himno de la JMJ 2023 se quedó grabada en corazones, mentes y manos: “nunca dejaremos de amar”, eso es sin duda el principal aprendizaje, el cual se hizo palpable en el pequeño recorrido que hicimos para regresar a México pasando por el sur de España: Sevilla y Córdoba, hasta llegar a Madrid de regreso. Fueron cuatro días de conocer la cultura española, pero al mismo tiempo de hacer vida la fraternidad al tener nuevos amigos, de ver a otros jóvenes de la JMJ y emocionarse. De hacer un cierre y recapitular aprendizajes a lo largo de la vía. Un joven expresa:
La verdad fue algo muy hermoso, todo el viaje en general, desde la nueva dinámica que había de dormir en polideportivos y a la mañana siguiente tomar todo y a caminar o más bien, hacer consciente el caminar, también la convivencia con todos los jóvenes de distintos países, conocer de ellos, sus acentos, culturas etc., también conocer tantos lugares tan hermosos en tan poco tiempo. En general fue muy gratificante este viaje de vía indivisa, llenándome de muchas nuevas experiencias inolvidables. (Testimonio peregrino).
La Vía no se acaba, continúa en lo cotidiano de nuestras vidas, muchos comienzan nuevas etapas como universitarios, otros continúan compartiendo la luz encontrada en sus preparatorias o universidades. Fue sin duda un viaje especial, una gran experiencia que en palabras de La Salle es muy probable que sea un compromiso que nos llevará a otro compromiso, aunque no nos demos cuenta.
César Campos FSC
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